Pensamiento Alternativo

martes, agosto 15, 2006

Los perversos espermatozoides

Gilberto García Vazquez

La derecha está de fiesta, y la izquierda de plantón. La Unión Nacional de Padres de Familia, y otras organizaciones católicas, se han pronunciado en contra de la información sexual en las escuelas secundaria. El problema, dicen, es que el contenido de los nuevos libros de ciencias promueven la sexualidad entre los jóvenes, dan acceso al pacer, fomentan el uso de preservativos, y no promueven los valores morales. En un comunicado emitido la semana pasada, dicen oponérse “… a un sistema de información sexual desvinculado de los principios morales: dicha postura no es sino un estímulo para introducirse en la experiencia del placer sexual, abriendo el camino al vicio”). Para rematar el caso, el cardenal Norberto Rivera ha dicho que el contenido de los nuevos libros de ciencias es inadecuado… ¡porque no se basa en datos científicos!

Hace dos días tuve la oportunidad de leer uno de los libros prohibidos. Lejos de incitarme al placer, su contenido me llamó gratamente la atención. Estos libros han sido editados por científicos con amplio prestigio académico y experiencia editorial y pedagógica. El falso “debate” que estas organizaciones promueven me ha hecho recordar mis días de estudiante en la Escuela Secundaria Técnica # 1. Tengo muy presente que en una conversación “entre chavos” -en la parte trasera del taller de Máquinas y Herramientas-, uno de mis compañeros, por ser avanzado entre todos en los temas sexuales, se permitió dar una cátedra de sexualidad a un grupo de niños virtuosos, y otros que estábamos en proceso de dejar de serlo. Este chicuelo, convertido en la autoridad sexual, exponía con desenvoltura y precocidad. Un acongojado amigo que acababa de tener relaciones sexuales sin condón le preguntó sobre los riesgos de que su novia quedara embarazada. El sexólogo más popular de la EST # 1 puso cara y tono serios para advertirnos: “Hay una prueba que nunca falla. Si los espermatozoides se hunden en el agua del retrete es porque son aún muy débiles, por lo que no puedes tener hijos. Pero si los espermatozoides flotan, es que ya pueden embarazar”. A pesar de que los espermatozoides de varios de los que atendieron esa cátedra no flotaron, muchos de ellos se hundieron en la difícil responsabilidad de ser padres siendo aún niños. Los espermatozoides no estaban débiles; lo que estaba débil era la inteligencia.

Resulta obvio decir que cada persona tiene el derecho de practicar la fe religiosa de su preferencia, y de apegarse tan estrictamente a los postulados de su religión como le sea conveniente. Pero nadie tiene derecho a imponer sus dogmas y creencias personales a los demás, ni a pretender que existe un debate que ponga en el mismo plano a hechos científicos con los mitos. Cuando uno acude a la escuela tiene el derecho a aprender, debatir, y analizar lo más reciente en el mundo de la ciencia y el conocimiento, a formarse un criterio propio y a no ser relegado en el mundo de supersticiones de la edad media. Es derecho de todos saber sobre el desempeño de esos espermatozoides que si bien desempeñan una función biológica fascinante, nunca son tan buzos.

Contradictoriamente, lo que verdaderamente “fomenta el vicio” es la ignorancia, y no la información. El oscurantismo es la guía para que los perversos abusen de los ignorantes, los niños accedan a una paternidad prematura e irresponsable, los adolescentes sufran de enfermedades sexuales, los estudiantes se formen en una sociedad repleta de tabúes, y los estereotipos de género y abusos sexuales se reproduzcan -por los siglos de los siglos.

Está en un error quien asevera que la educación sexual solo se debe impartir en los hogares. No existe mejor lugar que la escuela para romper el círculo de la ignorancia y la desigualdad en la información. Si bien es deseable que los padres auxilien a sus hijos en su educación –no solo en temas de sexualidad, sino en general- una de las ramas más importantes del conocimiento –aquella referente al cuerpo humano- no puede ser delegada a lo que en cada casa se pueda instruir sobre ella. ¿Por qué no dejamos la enseñanza de matemáticas a lo que en cada familia quieran o puedan enseñar? Porque eso dejaría a los niños con padres o tutores sin el conocimiento, la pedagogía, o el tiempo para enseñarles en desventaja con respecto a los niños cuyos padres o tutores sí pueden hacerlo. El argumento es exactamente el mismo. La educación, después de todo, no es un derecho de los padres, sino de los hijos.

El morbo que surge del ocultismo considera a los espermatozoides como perversos, cuando en realidad son entes biológicos fascinantes. Como es sabido, aún las más sólidas parejas encuentran su camino para pelear sobre miles de temas; lo que no es tan obvio es que hay una serie de desencuentros en los que el dinero, el fútbol de los domingos o las visitas a los suegros nada tienen que ver. U ejemplo: el tamaño de la placenta durante el embarazo. Uno de los puntos de conflicto entre los sexos es que tanto el peso de la reproducción como el costo de escoger mal a una pareja son sobrellevados de forma muy asimétrica entre hombres y mujeres. En un imaginario mundo en el que las parejas, luego de tener relaciones sexuales, nunca se volverían a ver (en este mundo imaginario los condones no existen… ¡aleluya!), se produce una arena para el conflicto de consecuencias apocalípticas. En este imaginario mundo la estrategia lógica para el hombre es hacer todo lo posible para maximizar la supervivencia de su descendencia, a cualquier costo, incluso el de la futura capacidad de reproducción de la mujer (en este mundo imaginario no hay segundas citas ni hipoteca compartida). Para la mujer la lógica es más compleja; si bien busca hacer lo suficiente para asegurar el éxito de su bebé, no desea sacrificar su vida o fertilidad futura. Un ejemplo de estas desavenencias es el tamaño de la placenta. Ese hermoso vientre que crece y crece, a pesar de que está solo parcialmente relacionado al cuerpo de la madre, invade su cuerpo con tentáculos que logran alcanzar los vasos sanguíneos, y así captar los nutrientes que beneficiarán el crecimiento del feto. En ese proceso de crecimiento e invasión de la placenta sobre el cuerpo de la madre se desarrolla una guerra secreta entre un batallón que proviene de los “imprinted genes” del padre contra los propios de la madre. Los del hombre hacen lo suyo para que la placenta crezca lo más posible, mientras los de la mujer los intenta apaciguar. Por eso, cuando los imprinted genes del hombre no funcionan correctamente, la placenta jamás invade el endometrio y el feto no tiene oportunidad de crecer. En contraste, si los imprinted genes de la mujer no se organizan bien, la placenta crece de más, y se desarrolla un cáncer muy agresivo: el choriocarcinoma. Esta es una escalada nuclear que, como en los años de la guerra fría, con el paso del tiempo ha propiciado un asombroso equilibrio, lo que en este caso también plantea un quimérico tema metafísico: aún en nuestros dispositivos más básicos, la clave del éxito humano es la cooperación. Después de todo, al conformar un equipo, la salud y la fertilidad de la pareja se convierten en metas conjuntas. “Colaboremos los dos para vivir juntos, en la salud y en la enfermedad, o hasta que choriocarcinoma nos separe”.

Esta historia, que muestra la maravilla de la vida, se basa en investigaciones publicadas en revistas científicas, que como tales están abiertas al debate y la comprobación empírica. Son, pues, refutables. Los espermatozoides buzos, o la información como avenida al vicio, son mitos. ¿Cuál es la historia que queremos que los adolescentes aprendan?

miércoles, agosto 09, 2006

¡Hace calor!

Gilberto García Vazquez


Escribo este artículo desde un departamento que arde, en la sección oeste del norte de Manhattan. Al igual que otras regiones en el mundo, Nueva York sufre los efectos de una “ola de calor” que ha trastornado todos los afanes de la jornada. Por el excesivo calor, por ejemplo, aún las personas más simpáticas ven extraviada su jovialidad –mi esposa, harto campechana en los días entibiados, con voz deshidratada me ha advertido que, o compramos aire acondicionado, o nuestro amor se verá tan afectado como la salud mental de los talibanes panistas-. En Ottawa, el canal Ridou, que en el invierno se convierte en la pista de patinaje más grande del mundo, este año rompió el récord de días que a causa del inusual “calor” permaneció cerrado. En Durango, el clima está cada vez más desfigurado –¡ni la inauguración de la Feria trajo las lluvias!-, me confió, no sin nostalgia, una amiga que ama la odisea de los juegos mecánicos harto remojados. El calentamiento global está trastornando el medio ambiente, la economía, y la capacidad de adaptación de las especies. ¿Qué es lo que pasa en el mundo, desde este departamento en la calle 107 hasta los campos de La Laguna, que cada día hace más calor?

Ésta no es una pregunta intrascendente. Después de todo, un equipo de aire acondicionado, mil pesos. Salvar el planeta -y con él el buen humor de mi esposa-, no tiene precio.

Durante más de un siglo hemos hincado nuestra cotidianeidad en el uso de energéticos fósiles. Nos movemos al son que tocan el petróleo, el gas, el carbón, y sus derivados. Hacemos el amor o la guerra en nombre del “oro negro”, y hemos cubierto nuestra vida con chapopote. Al presionar el acelerador del automóvil quemamos gasolina para animar engranajes y pistones, y, eventualmente, las llantas del coche. La combustión de gasolina, además de mover una mini-van de dos toneladas para transportar un kilo de naranjas, emite partículas de carbono. Estas partículas, yuxtapuestas a las que emiten ladrilleras, fábricas, y la quema -intencional o accidental- de árboles y herbajes, se almacenan en la atmósfera. A lo largo de millones de años, ésta delicada capa, formada por bióxido de carbono (CO2) y otros gases, ha atrapado parte de la energía solar que día a día entra en la Tierra. La atmósfera es, por así decirlo, el filtro que regula la salida de calor que, a través del reflejo de los rayos de sol en océanos y glaciares, el planeta rebota al espacio. Esta actividad providencial mantiene el planeta con el calor necesario para que lo habitemos. Sin embargo, la combustión de fósiles ha incrementado dramáticamente la cantidad de CO2 en la atmósfera. Como resultado, cada día menos energía solar es devuelta al espacio –cada día más calor es almacenado por la atmósfera-, por lo que la temperatura en el planeta se incrementa, los glaciares se derriten, plantas y animales desaparecen, y los huracanes son más fuertes y recurrentes. (La formación de huracanes tiene relación directa con la temperatura de los océanos: a mayor temperatura ambiente, los océanos son más cálidos, y los huracanes –como Wilma o Katrina- más frecuentes.)

De acuerdo a Climate Crisis, hay suficiente evidencia sobre el calentamiento global. El número de huracanes de categorías 4 y 5 (las dos mayores) se ha duplicado en los últimos 30 años; el derretimiento de los glaciares se ha incrementado a más del doble en la última década; al menos 279 especies de plantas y animales han comenzado a emigrar a zonas cercanas a los polos norte y sur -en búsqueda de un clima menos cálido-. De continuar la misma tendencia, en los próximos 25 años el nivel del mar –a causa del derretimiento de los glaciares- se incrementará lo suficiente para cubrir ciudades y poblados en la costa. Asimismo, proyecciones científicas publicadas en la prestigiada revista Nature estiman que para el año 2050 el océano Ártico estará libre de hielo, y más de un millón de especies enfrentarán peligro de extinción. Es un hecho: si no actuamos hoy, las “ondas de calor”, como la que en este departamento han adobado toda posibilidad de vibra salerosa, no solamente serán permanentes sino también causarán más víctimas. Dentro de 25 años, por ejemplo, 300,000 personas morirán, cada año, como consecuencia del calentamiento global. Esto no es una profecía apocalíptica salida de una ilusión caliginosa. El calentamiento global es un fenómeno real en el que los científicos han encontrado una extraordinaria coincidencia. No es casual que en los últimos 15 años se hayan registrado los 12 registros más cálidos en el planeta, siendo 2005 el año más caluroso.

Este bochornoso panorama no está escrito en los cielos, sino en nuestras acciones. No obstante hemos heredado la mejor casa-habitación en el vecindario, nos empecinamos en reventarla -¿o acaso hay alguien -que no sea Consejero en el IFE- que preferiría vivir en Marte? ¿Qué tal una casa de interés social en Venus?-. Si deseamos endosar un planeta habitable debemos actuar hoy. Mientras los líderes mundiales discuten eternamente la reducción de emisiones de CO2 –en torno al Tratado de Kioto-, los humanos de a pié podemos producir grandes cambios a través de pequeños ajustes.

Alliance for Clime Protection ha elaborado una lista de diez sencillas acciones que marcarán la diferencia entre un planeta con futuro, o un horno inhabitable. Cambia un foco: remplazar un foco regular por uno de luz fluorescente reduce 68 kilos de CO2 al año (¡y la cuenta de luz!). Conduce menos: caminar, pedalear la bicicleta, utilizar transporte público o compartir el coche deben ser actitudes comunes. Por cada kilómetro que se deja de utilizar el auto, se reducen 7 kilos de CO2. Reciclar: tú puedes reducir 1,088 kilos de CO2 al año reciclando la mitad de la basura de tu hogar. Checa tus llantas: mantener las llantas infladas correctamente mejora el kilometraje de tu coche en más de 3%. Usa menos agua caliente: calentar el agua requiere de mucha energía. Lavar la ropa con agua fría, por ejemplo, reduce 227 kilos de CO2 por año. Evita el empaque: si reduces tu basura en tan solo 10% ahorrarás 544 kilos de CO2 al año. Siembra un árbol: un árbol absorbe una tonelada de CO2 a lo largo de su vida. Apaga los aparatos eléctricos: apagar tu televisión, estéreo, o computadora cuando no las utilizas ahorra miles de toneladas de CO2 al año. ¡No votes por el Verde Ecologista! (esto no aparece en el decálogo de Alliance for Clime Protection… nomás porque no han sufrido al anti-climático Niño Verde & CIA).

¡Actúa! Escribe sobre calentamiento global en el periódico de tu escuela, o discútelo con tus amigos, alumnos, hermanos, hijos, compañeros, amantes, papás o vecinos –los niños son más susceptibles para entender sobre estos temas, además de volverse perfectos agentes de cambio-. Como sugiere Al Gore, en la reveladora película An Inconvinient Truth, envía una carta a tu regidor o presidente municipal en la que solicites la instrumentación de campañas de reciclaje de basura. Si no contestan a tu demanda, vota por otro partido. Si los del otro partido tampoco hacen algo, postúlate como candidato a presidente municipal o regidor. Precisamos de gobernantes que puedan ver -y proteger- el bosque completo, y no sólo algunas de sus ramas. De esto pende no solo el buen humor de mi esposa sino, sobre todo, que nuestros hijos y sobrinos y nietos puedan disfrutar de ese milagro –suma de extraordinarios accidentes atómicos- al que cariñosamente apodamos El planeta azul.