Pensamiento Alternativo

miércoles, agosto 09, 2006

¡Hace calor!

Gilberto García Vazquez


Escribo este artículo desde un departamento que arde, en la sección oeste del norte de Manhattan. Al igual que otras regiones en el mundo, Nueva York sufre los efectos de una “ola de calor” que ha trastornado todos los afanes de la jornada. Por el excesivo calor, por ejemplo, aún las personas más simpáticas ven extraviada su jovialidad –mi esposa, harto campechana en los días entibiados, con voz deshidratada me ha advertido que, o compramos aire acondicionado, o nuestro amor se verá tan afectado como la salud mental de los talibanes panistas-. En Ottawa, el canal Ridou, que en el invierno se convierte en la pista de patinaje más grande del mundo, este año rompió el récord de días que a causa del inusual “calor” permaneció cerrado. En Durango, el clima está cada vez más desfigurado –¡ni la inauguración de la Feria trajo las lluvias!-, me confió, no sin nostalgia, una amiga que ama la odisea de los juegos mecánicos harto remojados. El calentamiento global está trastornando el medio ambiente, la economía, y la capacidad de adaptación de las especies. ¿Qué es lo que pasa en el mundo, desde este departamento en la calle 107 hasta los campos de La Laguna, que cada día hace más calor?

Ésta no es una pregunta intrascendente. Después de todo, un equipo de aire acondicionado, mil pesos. Salvar el planeta -y con él el buen humor de mi esposa-, no tiene precio.

Durante más de un siglo hemos hincado nuestra cotidianeidad en el uso de energéticos fósiles. Nos movemos al son que tocan el petróleo, el gas, el carbón, y sus derivados. Hacemos el amor o la guerra en nombre del “oro negro”, y hemos cubierto nuestra vida con chapopote. Al presionar el acelerador del automóvil quemamos gasolina para animar engranajes y pistones, y, eventualmente, las llantas del coche. La combustión de gasolina, además de mover una mini-van de dos toneladas para transportar un kilo de naranjas, emite partículas de carbono. Estas partículas, yuxtapuestas a las que emiten ladrilleras, fábricas, y la quema -intencional o accidental- de árboles y herbajes, se almacenan en la atmósfera. A lo largo de millones de años, ésta delicada capa, formada por bióxido de carbono (CO2) y otros gases, ha atrapado parte de la energía solar que día a día entra en la Tierra. La atmósfera es, por así decirlo, el filtro que regula la salida de calor que, a través del reflejo de los rayos de sol en océanos y glaciares, el planeta rebota al espacio. Esta actividad providencial mantiene el planeta con el calor necesario para que lo habitemos. Sin embargo, la combustión de fósiles ha incrementado dramáticamente la cantidad de CO2 en la atmósfera. Como resultado, cada día menos energía solar es devuelta al espacio –cada día más calor es almacenado por la atmósfera-, por lo que la temperatura en el planeta se incrementa, los glaciares se derriten, plantas y animales desaparecen, y los huracanes son más fuertes y recurrentes. (La formación de huracanes tiene relación directa con la temperatura de los océanos: a mayor temperatura ambiente, los océanos son más cálidos, y los huracanes –como Wilma o Katrina- más frecuentes.)

De acuerdo a Climate Crisis, hay suficiente evidencia sobre el calentamiento global. El número de huracanes de categorías 4 y 5 (las dos mayores) se ha duplicado en los últimos 30 años; el derretimiento de los glaciares se ha incrementado a más del doble en la última década; al menos 279 especies de plantas y animales han comenzado a emigrar a zonas cercanas a los polos norte y sur -en búsqueda de un clima menos cálido-. De continuar la misma tendencia, en los próximos 25 años el nivel del mar –a causa del derretimiento de los glaciares- se incrementará lo suficiente para cubrir ciudades y poblados en la costa. Asimismo, proyecciones científicas publicadas en la prestigiada revista Nature estiman que para el año 2050 el océano Ártico estará libre de hielo, y más de un millón de especies enfrentarán peligro de extinción. Es un hecho: si no actuamos hoy, las “ondas de calor”, como la que en este departamento han adobado toda posibilidad de vibra salerosa, no solamente serán permanentes sino también causarán más víctimas. Dentro de 25 años, por ejemplo, 300,000 personas morirán, cada año, como consecuencia del calentamiento global. Esto no es una profecía apocalíptica salida de una ilusión caliginosa. El calentamiento global es un fenómeno real en el que los científicos han encontrado una extraordinaria coincidencia. No es casual que en los últimos 15 años se hayan registrado los 12 registros más cálidos en el planeta, siendo 2005 el año más caluroso.

Este bochornoso panorama no está escrito en los cielos, sino en nuestras acciones. No obstante hemos heredado la mejor casa-habitación en el vecindario, nos empecinamos en reventarla -¿o acaso hay alguien -que no sea Consejero en el IFE- que preferiría vivir en Marte? ¿Qué tal una casa de interés social en Venus?-. Si deseamos endosar un planeta habitable debemos actuar hoy. Mientras los líderes mundiales discuten eternamente la reducción de emisiones de CO2 –en torno al Tratado de Kioto-, los humanos de a pié podemos producir grandes cambios a través de pequeños ajustes.

Alliance for Clime Protection ha elaborado una lista de diez sencillas acciones que marcarán la diferencia entre un planeta con futuro, o un horno inhabitable. Cambia un foco: remplazar un foco regular por uno de luz fluorescente reduce 68 kilos de CO2 al año (¡y la cuenta de luz!). Conduce menos: caminar, pedalear la bicicleta, utilizar transporte público o compartir el coche deben ser actitudes comunes. Por cada kilómetro que se deja de utilizar el auto, se reducen 7 kilos de CO2. Reciclar: tú puedes reducir 1,088 kilos de CO2 al año reciclando la mitad de la basura de tu hogar. Checa tus llantas: mantener las llantas infladas correctamente mejora el kilometraje de tu coche en más de 3%. Usa menos agua caliente: calentar el agua requiere de mucha energía. Lavar la ropa con agua fría, por ejemplo, reduce 227 kilos de CO2 por año. Evita el empaque: si reduces tu basura en tan solo 10% ahorrarás 544 kilos de CO2 al año. Siembra un árbol: un árbol absorbe una tonelada de CO2 a lo largo de su vida. Apaga los aparatos eléctricos: apagar tu televisión, estéreo, o computadora cuando no las utilizas ahorra miles de toneladas de CO2 al año. ¡No votes por el Verde Ecologista! (esto no aparece en el decálogo de Alliance for Clime Protection… nomás porque no han sufrido al anti-climático Niño Verde & CIA).

¡Actúa! Escribe sobre calentamiento global en el periódico de tu escuela, o discútelo con tus amigos, alumnos, hermanos, hijos, compañeros, amantes, papás o vecinos –los niños son más susceptibles para entender sobre estos temas, además de volverse perfectos agentes de cambio-. Como sugiere Al Gore, en la reveladora película An Inconvinient Truth, envía una carta a tu regidor o presidente municipal en la que solicites la instrumentación de campañas de reciclaje de basura. Si no contestan a tu demanda, vota por otro partido. Si los del otro partido tampoco hacen algo, postúlate como candidato a presidente municipal o regidor. Precisamos de gobernantes que puedan ver -y proteger- el bosque completo, y no sólo algunas de sus ramas. De esto pende no solo el buen humor de mi esposa sino, sobre todo, que nuestros hijos y sobrinos y nietos puedan disfrutar de ese milagro –suma de extraordinarios accidentes atómicos- al que cariñosamente apodamos El planeta azul.

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