¿Había una vez un país competitivo; o Calderón, los conservadores, y la desigualdad?
Gilberto García Vazquez y Sergio Silva Castañeda
En este escrito le seguimos la pista al artículo “Llorar o Votar”, donde expresamos la necesidad de dedicar menos tiempo en adivinar la personalidad de los candidatos a partir de su letra, y mas en analizar las visiones de país que cada uno de ellos tiene. Dejemos a La Paca lo que es de La Paca -la gracia de presentir las psiques de los políticos-, y dediquemos nuestros recursos al mundano ejercicio de discutir el tipo de país que queremos construir. Después de todo, como electores expuestos a las ridículas sumas de dinero gastadas en publicidad escénica, debemos sobreponernos a lo trivial de las campañas para percibir que, mas allá de las caras maquilladas o los spots creativos, se encuentra el arsenal de ideas –o la carencia de ellas- que afectarán nuestra calidad de vida y nuestros valores como sociedad. Si se trata de saber lo que hay detrás de los políticos, nada mejor que analizar su visión de país a partir de las propuestas de campaña.
(Advertencia: en este artículo analizaremos la propuesta fiscal de Calderón, pero no vamos a escribir sobre el IVA. Ese ya ha sido analizado a profundidad por Roberto Madrazo, un experto no sólo en evadir toda forma de pago fiscal sino también en derrotar en debates a políticos de la estatura de Everardo Quiensabeque).
En su página de Internet www.felipe.org.mx, Calderón propone “Convertir el Impuesto sobre la Renta en un impuesto de tasa única para cualquier nivel de ingreso.” Para igualar la tasa impositiva se requiere instrumentar al menos una de las siguientes tres estrategias: (a) aumentar la tasa que pagan los grupos de menor ingreso; (b) reducir la tasa que pagan los grupos de mayor ingreso; o (c) una combinación de ambas. Dado que la propuesta de Calderón estipula que ninguna tasa impositiva habrá de elevarse, es lógico deducir que se busca la reducción del impuesto sobre la renta de los sectores mas pudientes. Esto es un gran error.
Antes de continuar, es importante decir que el manifestarnos en contra de la reducción de impuestos a los mas ricos -al grado de igualarlos con los que pagan los demás sectores de la sociedad- no responde a un maligno rencor contra la burguesía, ni pretendemos escribir un capítulo mas de la absurda telenovela que polariza las clases sociales –como si acaso las clases sociales en México requirieran ayuda para polarizarse. Estamos en contra de la propuesta fiscal de Calderón por elemental lógica económica, que en el fondo lo es también de solidaridad social.
En su propuesta fiscal, el argumento de Calderón es tan elegante y simplista como equivocado e ingenuo. Su construcción es la siguiente: un impuesto de tasa única reduce los costos tanto del gobierno que cobra como del ciudadano que paga, desencadenando un círculo virtuoso que conduce a una mayor recaudación fiscal. El asumido incremento en la recaudación fiscal supera la pérdida de ingresos del gobierno por la reducción en impuestos a los mas ricos, por lo que no solo no se afectan los recursos fiscales sino que incluso se incrementan. Finalmente, esta lógica concluye, los ahorros fiscales de los mas ricos se destinarán a crear mayores inversiones y mejores empleos. Menos impuestos a los mas ricos, aunado a menos impuestos a las corporaciones y grandes empresas, nos lleva ¡al presidente del empleo! ¡Abracadabra! Y si alguien duda de la eficacia de esta propuesta, Felipe y sus asesores nos dicen que lejos de ser una vacilada, la formula ha probado su éxito en 8 países de Europa del Este: Estonia, Lituania, Letonia, Rusia, Ucrania, Eslovaquia, Georgia y Rumania.
Para analizar una construcción lógica tan contundente como la de Calderón necesitamos ir por partes. En primer lugar, el supuesto incremento en la recaudación a partir de la reducción de los impuestos a los mas ricos es tan real como los méritos del Chiquis García para ir al mundial. Quienes evaden impuestos en México lo seguirán haciendo, independientemente de si la tasa es diferenciada –progresista- o equivalente –regresiva. Y si no nos creen pregúntenle a Madrazo, que es experto en el tema de la evasión fiscal. Como él, nadie que cuente con los mecanismos legales o ilegales para evadir impuestos va a dejar de utilizarlos sólo porque ya no requiere revisar qué porcentaje de su ingreso es el que debe pagar. Asimismo, un vendedor ambulante no va a pagar impuestos sólo porque la justicia social ha llevado al absurdo de que la tasa que debe pagar es igual a la que pagan los miembros del gabinete presidencial. Fuera del mundo de las fantasías, la única forma de reducir la evasión es mejorando la capacidad fiscalizadora del estado, y esto no tiene relación con la homologación en el impuesto al ingreso. Para entenderlo basta ver el funcionamiento de los mecanismos fiscales en Europa Occidental, sobre todo en los países que tienen regímenes fiscales progresivos (progresivo: exótico principio de los regímenes fiscales donde las personas con mayor nivel de ingreso pagan mas impuestos. Esta idea se basa en un extraño principio: la sociedad está construida con base en la solidaridad de sus miembros para mejorar las condiciones de vida de todos).
¿Se trata de un caso de incompetencia para entender principios básicos de economía? Nos cuesta trabajo creer que la inteligencia de Calderón, o la de sus asesores, sea tan escasa como para creer que el estado tendría mayores ingresos con una tasa única de impuesto sobre la renta –démosle algo de crédito a los muchachos. De lo que se trata es de una propuesta fiscal que expresa claramente las concepciones económicas de los conservadores en México. Por un lado, el objetivo de la propuesta fiscal es atender los intereses de un sector importante de su clientela electoral; por el otro, se pretende reducir los costos al capital para generar crecimiento económico -que en dogma de los conservadores es equivalente a empleos y bienestar social. Con respecto al primer objetivo, Calderón tiene toda la razón del mundo: es su derecho e incluso obligación atender al sector de la sociedad que mejor representa. Sin embargo, en el aspecto económico, su propuesta se basa en supuestos alejados de toda realidad.
Abaratar el país a la inversión extranjera, en el supuesto de que esto dilatará nuestro sex-appeal en el ámbito internacional e incrementará nuestra “competitividad”, es simplemente lo que parece: un supuesto muy barato. Además, crecimiento económico no es sinónimo de bienestar. Los bajos impuestos al ingreso de los mas ricos, así como a las ganancias de las corporaciones, no reflejan el verdadero costo que como país tenemos que pagar en términos del deterioro del medio ambiente (en la forma de contaminación del agua, aire, y suelo); la contribución económica de los trabajadores y las micro y pequeñas empresas (en la forma de un subsidio de facto en los servicios públicos que se prestan a las corporaciones y a los sectores mas ricos del país, que son generalmente los mas costosos); el precio de establecer adecuadas redes de bienestar social (en la forma de mejores salarios, condiciones laborales y prestaciones sociales para los trabajadores); y, sobre todo, los costos de crear una fuerza de trabajo eficiente y en verdad competitiva (en la forma de educación, educación, y mas educación). Tener un país competitivo y con futuro cuesta. Una sociedad solidaria es la que sabe diferenciar el pago de los costos entre sus miembros, al tiempo que busca la distribución de los beneficios. Si tuviésemos que resumir en una frase la propuesta fiscal del “candidato del empleo”, para estar a tono con la mercadotecnia política propondríamos el lema: “Por un país barato, ¡a cualquier precio!”.
Al igual que Europa del Este, la propuesta fiscal de Calderón busca incrementar lo que ha sido una tendencia de los gobiernos conservadores en los últimos años: la oferta de generosos incentivos fiscales para atraer grandes inversiones. A pesar de que los incentivos fiscales están disponibles también para las empresas nacionales, estos son aprovechados en mayor medida por las corporaciones multinacionales -que son quienes tienen el capital necesario para negociar aún mejores condiciones fiscales con las autoridades locales y federales. El gran supuesto en esta aventura es que los incentivos fiscales incrementan las inversiones, y éstas incrementan el empleo y la riqueza, lo que eventualmente se traduce en mejores condiciones de vida. ¿Es cierto esto? Hay abrumadora evidencia que muestra que este supuesto es erróneo: economía no es física o alquimia, y las decisiones sobre inversión de las empresas dependen de muchos factores, la mayoría de ellos fuera de la racionalidad de los conservadores (en México, Europa del Este o Estados Unidos). La inversión que genera empleos de calidad está relacionada con la capacidad del estado para mejorar la educación, la salud, la infraestructura, y en general las redes de solidaridad social. Empleos de calidad se derivan de las inversiones que buscan países con infraestructura, una sociedad innovadora, y una fuerza laboral sana, capacitada, flexible y educada. Para lograr esto necesitamos un estado con recursos, además de capacidad y disponibilidad para invertirlos en estos renglones, porque es allí en donde el mercado nunca podrá sustituir la acción del estado. Y para realizar inversiones se necesitan recursos fiscales. Pensar que las empresas trasnacionales o los grades corporativos transitarán el dinero que no pagan en impuestos a crear más y mejores fuentes de trabajo en México, es tan absurdo como pensar que los ahorros de los mas ricos por pagar menos impuestos se destinarán a obras de caridad, y que caridad es sinónimo de bienestar.
Fuera de las especulaciones dogmáticas o los maquillajes pragmáticos, un resultado previsible de una reforma fiscal regresiva -como la que propone Calderón- es que el abismo entre ricos y pobres habrá de acrecentarse aún mas. Este camino no es otro sino el de depositar la carga fiscal en impuestos al trabajo de las clases bajas y medias, y el privilegio para los sectores ya privilegiados.
Tal vez adoptamos una posición critica de la propuesta fiscal de Calderón porque nunca hemos ido a Lituania. Sin embargo, para ejemplificar su propuesta no se requiere ser tan exótico. Si lo que los conservadores buscan es una reforma que reduzca la capacidad del estado para combatir la desigualdad económica –por creer que la desigualdad o no existe o la reduce la mano invisible del mercado- utilizar como ejemplo países menos desiguales que México es inadecuado. Al ser países menos desiguales, en Europa del Este la tasa única de impuesto al ingreso tiene un efecto menor en la re-distribución de la renta que en México. En esos países, quienes lideraron los cambios fiscales consideraron que la equidad era un aspecto menos importante en su agenda de reforma. En nuestro país el escenario es totalmente diferente, como muestran los datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Para usar términos técnicos –no nos vayan a atacar de poniatowskos- hablemos de Gini, un índice estadístico que mide el nivel de desigualdad en el ingreso en un país. La escala de desigualdad de un país va de 0 a 100, siendo 0 el correspondiente a una sociedad completamente igualitaria y 100 el de una sociedad donde todos los recursos se concentran en Slim. De acuerdo a este índice, el país más desigual del mundo (según el PNUD) es Namibia -con un Gini de 70.7. El país menos desigual es Dinamarca -con un Gini de 24.7. Los países utilizados como ejemplos por Calderón tienen un Gini inferior a 40; dos de ellos están incluso por debajo de 30 (Eslovaquia y Ucrania). El país que tiene el Gini mas bajo es Eslovaquia (25.8), que ocupa el lugar número 7 en igualdad en la lista; el que cuenta con el Gini más alto es Estonia, que ocupa el lugar número 61. En México, por otro lado, tenemos un coeficiente de Gini de 54.6, lo que nos ubica en el honroso lugar 109 de un total de 124 países para los que el PNUD tiene datos (somos mas desiguales que 108 países). Si bien la desigualdad en Europa del Este se está incrementando a partir de la homologación del impuesto al ingreso, en el momento de sus reformas fiscales reducir la desigualdad no era parte de su agenda. Una pregunta pertinente es si realmente debemos copiar el modelo fiscal de países que no sufren de una enorme desigualdad, a pesar de que nosotros sí.
Probablemente los asesores de Calderón estudiaron los sistemas fiscales de los países de Europa del Este, y desde el fondo de su corazón los consideran ejemplos a seguir. Pero el fondo de su corazón les debe también indicar que no hay necesidad de ir tan lejos para decirnos el modelo económico que tienen en mente cuando exponen sus propuestas fiscales. Para nuestra desgracia, su propuesta de tasa única para el Impuesto sobre la Renta es similar a la estrategia seguida por George W. Bush: reducción sistemática de los impuestos a los mas ricos. La estrategia del gobierno conservador de Bush, tan exitosa en Ucrania según Calderón, no sólo ha deteriorado la distribución del ingreso en Estados Unidos, sino también, a partir del irresponsable incremento en el gasto militar, ha creado el déficit fiscal más grande en la historia de cualquier economía en la era moderna. Daniel Altman hace una crítica detallada, si bien bastante moderada, al proyecto económico de Bush en su libro Neoconomy: Geoge Bush´s Revolutionary Gamble with America´s Future.
Atender la desigualdad en México es una prioridad que rebasa argumentos de eficiencia para insertarse en el espacio de la justicia y el bienestar colectivos –lo que vimos en Atenco puede es tan sólo una reacción a la natural incapacidad del mercado para crear oportunidades para todos, y a la insuficiencia del estado mexicano para solventar su ausencia. La brecha que estamos creando entre ricos y pobres no será resuelta por los Teletón o los Vamos México, o los almacenes Wal-Mart o los restaurantes McDonalds, o las maquilas o la migración a Estados Unidos. Lo que necesitamos es un estado con las herramientas adecuadas para mejorar la distribución del ingreso a partir del equitativo acceso a oportunidades. La desigualdad, sumada al dogmatismo de los conservadores, nos lleva a una fórmula económica que mantendrá en la miseria a millones de mexicanos que, al carecer de acceso a educación, salud, alimentación, servicios básicos, y por lo tanto de buenos empleos, no podrán acceder a los beneficios del mercado, ni tampoco a la protección social que solo proviene del estado. Al igual que George Bush en Estados Unidos, Calderón en México no logra entender la importancia de políticas progresistas para atender las desigualdades sociales. Su propuesta económica es, por el contrario, una receta para incrementar la desigualdad, tal como está sucediendo en los países de Europa del Este. Y es por ejemplo allí, en este pequeño detalle, en donde se esconde el diablo.
Gilberto García Vazquez y Sergio Silva Castañeda jugaron como medio de contención y defensa central en la Selección de Fútbol del CIDE. Actualmente, Gilberto juega como medio ofensivo en el departamento de Administración y Políticas Publicas de la Universidad de Carleton. Sergio es delantero –y mete goles- en el departamento de Historia de la Universidad de Harvard.